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miércoles, 19 de enero de 2011

Infierno en la Cárcel por Roxana Heise

Finalmente el año 2010 emprendió su viaje sin retorno; un año duro, fatídico, que jugó a la ruleta rusa con nuestro país, un país adolescente, pequeño, ávido de un desarrollo que toca a la puerta y sale corriendo, con su eterno rin-raja del sinsentido. Quizá si dejáramos de creernos el cuento aquel de una superioridad inexistente y asumiéramos al fin nuestras limitaciones, todo sería más fácil, no tendríamos que lamentar la muerte de 83 reclusos en la cárcel de San Miguel aquel 8 de diciembre de 2010, acontecimiento que día tras día va ganando su sitial en el olvido, porque se trata de reos, con diversas condenas y situaciones personales, se trata de la escoria social, de quienes no pudieron contra un sistema que por un lado corrompe y por el otro castiga, castiga a quien se salga de la ley, porque la maldad bien dosificada suele dar jugosos dividendos y eso lo saben bien famosos y anónimos representantes de este Chile tan brillante como decadente.
Se trató de una riña, un ajuste de cuentas quizá, el fuego se inició de madrugada, no tardó en propagarse como manto diabólico, frente a las precarias medidas de contingencia y el escaso personal. Los gritos de auxilio se oyen desde lejos, nadie abre las puertas, el agua tarda en llegar, los bomberos no pueden contra el infierno desatado en la cárcel de San Miguel. Cientos de familiares y madres desesperadas claman por sus hijos, hermanos y esposos...Alguien llora, alguien grita, no sólo las llamas matan, en cana todo es salvaje, depredador, hasta el fuego ataca por la espalda y el rostro, dejándote carbonizado, como una caricatura de la fatalidad...si me hubierai hecho caso, hijo mío, dejando las malas juntas de una vez...Ahora es tarde y no me vengan a contarme cuentos... tres años en cana y Don Sata me quema otra vez, con su maldad...Algún día mi vieja dejará de llorarme: no hay mal que dure cien años ni tonto que lo aguante... ¿verdad Dios?...hoy que tengo espacio para caminar, como cualquier ser humano normal, hoy que dejé de sentir el dolor y soy libre por fin...sólo quiero decirte que estar encanao es lo peor...podrás gritar, pedir por favorcito una ayuda y nadie, ni el mismísimo Dios vendrá a salvarte de las llamas...las llamas que hoy alcanzan la falda culposa de una sociedad que pese a considerarse democrática, no lucha como es debido, por la reinserción social y la rehabilitación de la gente privada de libertad.

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Sol Domínguez

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