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martes, 7 de agosto de 2007

El rol del intelectual -Karina García Albadiz



Para avanzar en esta crisis de la intelectualidad en la posmodernidad, ya en los 60, Jean Paul Sartre (1948: 50), nos señalaba: “el escritor estaba situado, que es un hablador que señala, demuestra, ordena, niega, interpela, suplica, insulta, persuade, insinúa, ya que el que habla esta situado en el lenguaje, cercado por las palabras; éstas son las prolongaciones de sus sentidos, sus pinzas, sus antenas, sus lentes; ese hombre las maneja desde dentro, las siente su cuerpo, esta rodeado de un cuerpo verbal del que apenas tiene conciencia y que extiende su acción por el mundo”.

Para Sartre, la palabra es cierto momento determinado de la acción y no se comprende fuera de ella, por lo tanto, hablar es actuar, ya que toda cosa que se nombra ya no es completamente la misma; ha perdido su inocencia. Es más, al hablar intento cambiar la realidad, ya que ese momento descubro la situación por mí mismo propósito de cambiarla; la descubro a mí y a los otros para cambiarla; la alcanzo en el pleno corazón, la atravieso y la dejo clavada bajo la mirada de todos; ahora decido; con cada palabra que digo, me meto un poco más, en el mundo cada y, al mismo tiempo, salgo de él un poco más, pues lo paso en dirección al porvenir.

Para este filósofo, el escritor debe ser comprometido, ya que debe saber que la palabra es acción; debe saber que revelar es cambiar y que no es posible revelar sin proponerse al cambio. Entonces el escritor ha abandonado el sueño imposible de hacer una pintura imparcial de esta sociedad y la condición humana, ya que el hombre es el ser frente al que ningún ser puede mantener la neutralidad. Ni siquiera Dios. Tanto Simone de Beauvoir 16 como su compañero, este filósofo existencialista acuñaron el concepto del “intelectual crítico”.

A partir de 1945, De Beauvoir y Sartre ocuparon un lugar central en la política francesa, algunos señalan que al final de sus vidas se les convirtió en una especie de monumento nacional. Sin embargo, ya Gianni Vattimo, señala que la corriente que en los años ’50, ’60 y ’70, dominó el panorama teórico-epistémico fue el estructuralismo, conjunto amplio y heterogéneo de saberes que se produce sobre la base del anti-sartrismo. Y agrega -al final Lévi- Strauss es derrotado por Sartre- y por lo tanto, se impone una de sus construcciones ideológicas fundamentales como fue la del “intelectual comprometido” e “independiente”, que tiene una visión crítica del poder y de la sociedad y que, por lo tanto, da una difusión militante a su pensamiento.

Pero para discutir sus ideas, los intelectuales críticos deben enfrentar a los grandes diarios. Florecen las revistas independientes. En ellas buscan una comunicación directa con el pueblo francés. Han caído las murallas que separaban a la filosofía de la política y la literatura. El grupo de Sartre se propone fundar una revista que influya directamente en el debate político.

El 15 de octubre de 1945 sale a la calle “Los Tiempos Modernos”, en abierto homenaje a la película de Charles Chaplin. Merleau Ponty es el jefe de redacción, Raymond Aron dirige la sección la política y Sartre, Camus y Simone participan del comité de redacción. Durante la semana en que sale el primer número de la revista, Sartre da su famosa conferencia “El existencialismo es un humanismo”, considerada la batalla de Hernani del nuevo movimiento. Los intelectuales de vanguardia adhieren con fervor al nuevo pensamiento, de esta forma las ideas de Sartre, Camus y Beauvoir marcan la época.

En este contexto, para Sartre la finalidad del escritor y de la escritura es revelar el mundo y especialmente el hombre a los demás hombres, para que éstos, ante el objeto así puesto al desnudo asuman todas sus responsabilidades. Así el arte tiene como prioridad la idea antes que el estilo y si los temas son siempre planteamientos, solicitaciones y esperas, se comprenderá que el arte nada pierde con el compromiso.

Entonces ¿Por qué escribir?, por la necesidad de sentirnos esenciales en relación con el mundo, nos dice Sartre. De esta forma la obra no es nunca un dato natural, sino una “exigencia” y una “donación”. Por lo tanto el tema reclama que los escritores se comprometan y la lectura es una creación dirigida y un ejercicio de generosidad atravesada por la libertad. Lo que el escritor pide al lector no es la aplicación de una libertad abstracta, sino la entrega de toda la persona, con sus pasiones, sus prevenciones, sus simpatías, su temperamento sexual, su escala de valores. Así el escritor opta por apelar a la libertad de los demás para que, por las implicaciones recíprocas de sus exigencias, puedan entregar de nuevo la totalidad del ser humano y volver a cerrar la humanidad sobre el universo.

Y todo arte del autor es para obligarme a crear lo que él revela y, por tanto, para comprometerme. En este contexto, el único tema importante para Sartre es la libertad, ya que el hombre libre que se dirige a hombres libres, no tiene más que un tema: la libertad.

De esta forma, ¿para quién se escribe?, se escribe para un vacío que ha de llenarse, se escribe para un otro. Para Sartre, en efecto, el escritor “no es ni un Vestal ni un Ariel. Está en el asunto, marcado, comprometido, hasta en su retiro más recóndito.”

Por lo tanto, para Sartre un escritor no es una Vestal, en términos de ser privilegiado o permanecer aislado de la sociedad, al contrario está comprometido, ya que se esfuerza por embarcar a la conciencia más lúcida y completa de la espontaneidad inmediata a lo reflexionado. De esta forma el escritor es un mediador por excelencia y su compromiso es la mediación.

Así el escritor mediatiza, nombra y muestra la vida que vive al día, de modo siempre inmediato, y sufre sin encontrar las palabras para expresar sus sufrimientos; es la conciencia de todos y el movimiento por el que se eleva de lo inmediato a la nueva consideración reflexiva de su condición es el de toda la raza. De esta forma, su actividad es inútil, ya que es a veces perjudicial que la sociedad adquiera conciencia de sí misma.

Karina García Albadiz:
Licenciada en Literatura y Profesora de Castellano, Pontificia Universidad Católica de Valparaíso. Magíster Interdisciplinario en Estudios Humanísticos, Universidad de Playa Ancha de Ciencias de la Educación. Editora de las Revistas "Taller de Recreación Literaria" y " Ánfora" - Programa de Extensión -Adulto Mayor- de la Pontificia Universidad Católica de Valparaíso, Ed. Tipo Diseño, 1999 y 2006, Valparaíso. Ha publicado el Artículo "Imposibilidad del origen; una lectura cabalista y deconstructiva de El Golem" En Revista Observaciones Filosóficas 2007 ISSN 07 18-3712 para ser indexado en el Nº 5 -2007, sección literatura http://www.observacionesfilosoficas.net/golem.html. Y en Konvergencias Literatura, "El Sueño del pongo de José María Arguedas; significaciones lúcidas de la gran aventura de los '60" http://www.konvergencias.net/garciaalbadiz60.htm Prepara Selección de Poemas "La muertera; pena y rabia en esta cacería", Revista El Ebro, Barcelona, 2007.

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Sol Domínguez

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