La nostalgia de Guzmán
Con el slogan “hay demasiada ficción en el mundo, el documental es cine de verdad” viajamos hace unos días a sentarnos en las butacas que el Festival Internacional de Documentales de Santiago (FIDOCS) nos tenia esperando en su versión número catorce. Conversamos con uno de los documentalistas más importantes de Chile sobre su último trabajo “Nostalgia de la luz” y otros temas como la memoria, los clásicos, el negocio en el arte, la oscuridad y su contraparte. Son las palabras de Patricio Guzmán.
“La idea de Nostalgia de la luz nació de mano de un francés que tomaba una cámara y se iba a grabar a lugares recónditos, donde no hubiese nada ni nadie, pero donde hay muchos elementos que a simple vista no vemos. Es lo que se me ocurrió con el desierto de Atacama, en donde vi muchos paradigmas, para terminar uniendo a políticos, actores y científicos”.
Se mostraron 71 documentales, pero había un centro: Patricio Guzmán, realizador símbolo del documental en nuestro país.
El documentalista radicado en Francia, presentó su último y celebrado trabajo Nostalgia de la luz, con el que ganó una mención especial del jurado de Cannes este año. La obra transcurre entre la dictadura chilena y la astronomía – la tierra y el cielo – sin duda la más espiritual y emotiva de sus películas. “La espiritualidad va más allá de la razón, es una tentativa ganadora”, dijo en aquella ocasión.
En una tertulia abierta, consultado por su actual etapa de la vida como realizador Guzmán contó que estaba en un proceso compuesto por el silencio, la contemplación y la calma. Sin embargo, no significa una bajada de guardia en su aguerrido status -en el tema de los DDHH- sino que nos propone una nueva forma de crear y unir temas tan delicados como el de los detenidos desaparecidos y el calcio que contienen las estrellas.
“Me gustan las obras clásicas, no me gusta experimentar, todo para mi tiene un desarrollo, un intermedio, un clímax y un final. Hago películas para que se entiendan, me preocupa mucho el público”, sentenció cuando lo interrogamos por su manera de ubicar elementos en el espacio creativo. Remató, a varios espectadores que estábamos en su charla que “hacer un guión es patético, es un premio de consuelo en el cine”.
Siguiendo con su filosofía de hacer y callar, explicó que “con Nostalgia de la luz me tomé un año para hacer el guión y luego grabamos durante dos meses, finalmente me di más tiempo que todos los otros trabajos que he creado“, refiriéndose a obras entre las cuales destacan La Memoria Obstinada, El caso Pinochet y Salvador Allende.
“Si no emociona, no funciona”, así de directo es su visión sobre el documental y el desafío de las generaciones que se aprovechen de este formato para explorar el mundo. Y si de explorar, realizar y recibir una retribución se trata, aparte de un buen aplauso, Guzmán se refirió a la relación arte-dinero . “Como creador, digo no a la gratuidad, no puede ser que la biblioteca nacional y el museo, no tenga presupuesto para adquisición de obras como si lo tienen otros países latinoamericanos” explicó.
“Los actores de Nostalgia… fueron buenos, porque son ´personajes´, en su estricto rigor, y esto obedece tanto a la intuición como a la investigación previa”.
En definitiva, un nervio dañado en el cuerpo artístico chileno. A los artistas les cuesta recibir dinero de donde sea, no tienen previsión, no son parte de gremios, no tienen beneficios para casa propia, y se supone que crean conocimiento, cuestión que Guzmán graficó así : “Si tengo que vender Nostalgia de la luz a cien pesos, lo hago, pero quiero los cien pesos”.
Es difícil que Nostalgia de la luz llegue a algún cine penquista pero si pasase el milagro, al ver este potente documental, miraremos con un telescopio a la tierra. “Las cosas digeribles y emocionantes a la memoria son delicadas”, dijo el documentalista al terminar su ponencia. Y está en lo cierto: nuestro pasado autoritario, la astronomía y la poesía intuitiva que palpita en su última obra, le romperá el corazón inclusive a los nostálgicos más duros de roer.
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